miércoles, enero 25, 2006

El caso créditos estudiantiles: opinión pública y desinformación

Debido a la situación creada por el Ministerio de Educación respecto al llamado “error computacional” al asignar los créditos estudiantiles para postulantes de bajos recursos económicos a la educación superior, es importante hace hacer una reflexión sobre las informaciones que recibe la opinión pública de parte de la autoridades,

Es sabido que la población tiene escasas opciones de conocer y acceder la fuente original de un hecho, por lo tanto, son los medios los encargados de difundir las informaciones que la gente necesita conocer, pero la prensa también está condicionada por la manera en que la realidad de un hecho es contada por sus protagonistas. Las palabras condicionan la realidad y crean una “nueva realidad” basada en la forma como se cuentan los hechos ocurridos.

Muy conocido son los dichos “voluntad política, ministros políticos, acuerdos políticos” para justificar hechos que sólo interesan a quienes ostentan el poder en determinado momento. La realidad se justifica en función de “intereses corporativos” pidiendo habitualmente un tratamiento informativo "adecuado”.

La política de desinformación se pone en marcha inmediatamente desde el momento que existe un conflicto político, económico o social entre el poder y la sociedad afectada. El punto de partida para actuar así es la “utilización de la información” como arma en función de objetivos concretos.

Con la manipulación de los contenidos se intentará provocar en la gente cambios de opinión, de actitud o de actuación favorable al objetivo inicial. La "veracidad" del mensaje se sustituye por “lo que se dice”, no por la realidad. Lo importante no es que un mensaje sea o no cierto, sino que sea creíble.

La persuasión se convierta en el principal objetivo. Con mensajes construidos “especialmente” se consigue englobar un “concepto predeterminado” que va desde la falsedad hasta una aproximación con la información veraz, donde el límite es difícilmente perceptible para el ciudadano común.

El emisor del mensaje inicial sabe que emite algo incierto, pero por razones de “unidad política” desinforma intencionalmente a la opinión pública. Estas informaciones provienen del poder y se canalizan a los medios de comunicación.

En el caso que mencionamos existe la mentira, la omisión, la sobreinformación y la descontextualización que son las formas más elementales de la desinformación, o sea, el “manual aplicado a la letra”, como ha sido la tónica también en otros casos.

En la mayoría de las veces las informaciones se entregan sin contextualización, mezclando lo importante con lo secundario e incluso haciendo énfasis en el segundo aspecto (“lo único importante es que los sectores de menores ingresos tendrán acceso a la educación superior, dijo la Ministro de Educación”). La ciudadanía a pesar de creer que está siendo muy bien informada, no es capaz de aislar los elementos esenciales que le permitan interpretar correctamente la información, porque no tiene los conocimientos para entender que es manipulado semánticamente,

En la desinformación las palabras se convierten en recursos que se utilizan como realidad, sin que necesariamente lo sean. Son palabras principalmente abstractas, como pro ejemplo, “libertad o democracia” donde el que emite la información se aleja intencionadamente de lo concreto y averiguable de la definición. La palabra democracia permite una amplia confusión y es una de las más “manoseadas” y utilizadas en los mensajes que pretenden facilitar la difusión de mensajes desinformadores.

Es un concepto claramente excluyente y todo lo que existe ajeno al grupo que lo integra no puede ser calificado de democrático. Los mensajes que se difunden provenientes del "sector democrático" se les debe suponer que son siempre democráticos, cargados de razón y deben ser acogidos positivamente por el público.

Los medios de comunicación, intencionadamente o no, funcionan como vehículos transportadores en la transmisión de esos mensajes desinformadores que emite la autoridad (por ej. una conferencia de prensa sin preguntas), existiendo también una clara responsabilidad de esos medios en la difusión de la información.

Cuando la “maquinaria desinformadora y semántica” actúa es muy difícil para el ciudadano corriente saber lo que ocurre en realidad. Y generalmente nunca se sabe.

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