“Lo que vi no tiene nombre, y si repetí, muchas veces, palabras es porque de verdad no existen las palabras para describir lo sucedido, y ningún reportaje, foto o relato de blog, podrá superar lo que realmente pasó”
Extractos del relato escrito por mi amigo Oscar Molina, del equipo de producción del canal CHILEVISION, y publicado en su blog: http://oscarmolinax.blogspot.com.
Esto escribió de lo que vio:
"Un terremoto vivido en carne propia es una experiencia de vida, vivirla con los seres queridos en el mismo momento es una tranquilidad que te mantiene frío y sin desespero. Eso fue lo que viví durante (lo que seria más tarde) la catástrofe más importante vivida nunca por este país.
Con el restablecimiento de los servicios básicos la televisión se encargó de mostrarnos con su luz la realidad de los lugares más afectados, era terrible, catastrófico, pero dentro de “la tele”, y “la tele” nos acostumbra a ver ese tipo de situaciones por medio de la ficción… mala costumbre.
Al volver a mi trabajo como cualquier día normal las informaciones continuaban llegando desde distintos puntos, radio, Internet, televisión que hablaban de pillaje, vandalismo, tristeza, hambre y desolación… pero eran ellos los que lo decían y, a pesar que lo verídico de sus pruebas, seguían siendo los medios.
Mi canal me envía, como parte de un equipo periodístico, a reportear una de las zonas más afectadas, y lo que necesitaba urgencia en el viaje…no me lo cuestioné, finalmente es parte de mi trabajo. Descubrir la magnitud de esta tragedia fue como ir abriendo los ojos lentamente hasta quedar cegado con el destello de una realidad alarmantemente cruda.
Llegar a la región del Maule fue toda una experiencia, servicentros cerrados en las carreteras, caminos completamente oscuros y, lo mas impactante, atravesar un túnel formado de restos de casas, árboles y escombros, era como visitar el set de una mala película de desastres, y esa luz azul de la luna le daba un toque aun mas dramático.
La mañana mostraba casas derrumbadas, comercios destruidos, solo cimientos de lo que sería una vivienda, y lo más impactante… gente. Gente que solo caminaba, no se miraba, no se abrazaban, no lloraban… solo caminaban, y sin un lugar donde reunirse, porque caminaban en muchas direcciones distintas, y solo era eso, caminar… como si fuera lo único que había que hacer, caminar… pero sin avanzar a nada, solo poner un pie frente al otro y mover un cuerpo sin reacción y una mirada sin dirección. SOLO CAMINAR.
Recorriendo los lugares era encontrarse con botes que deberían estar en el mar estacionados sobre los techos de las casas, ver montones de escombros donde se mezclaban ropa, electrodomésticos, muebles y juguetes de niños, encontrar peces a cuadras de su río era impresionante. Detrás de un inodoro que estaba en el suelo vi un marco como de foto, era un diploma… “A la mejor y más leal colaboradora de un club de ancianos”, club que ya no existe.
Los propietarios comenzando a limpiar lo que quedaba, resignados a perder sus cosas, pero felices de tenerse a ellos mismos. Instituciones trabajando en conjunto para buscar los cuerpos de las personas perdidas, y familias esperando que, ojalá, no sean sus familiares los encontrados bajo los escombros. Helicópteros llegando por todos lados como en una película de guerra, y mucha… mucha desolación.
Cuando comienza a caer la noche y el silencio se escucha en todos lados, viene la reflexión…y los cuestionamientos… ¿Cómo es posible que siendo nuestro país como es, se permita construir al borde del río? ¿Los seres digitales como yo no sirven de nada cuando su celular, su Internet y su tecnología no funcionan? ¿Por qué no existe una red, una forma, una manera en que la reacción sea inmediata y no varios días después?
O la pregunta que más me estremeció… ¿Hacia donde caminaba esa gente?
1 comentario:
Tremendo relato, Herman.
Te mando un abrazo y voy al blog de Oscar.
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