martes, mayo 22, 2012

El señor Piñera, sus comunicadores y la comunicación


El “imaginario”  incorrecto

El tema político no me interesa para nada. Pero algo puedo decir en lo mío, la comunicación. En mi opinión, el presidente debería cambiar a todo su equipo de comunicación. No han sido capaces de gestionar una asesoría eficiente para revertir las encuestas ni han logrado introducir un “imaginario” en las percepciones de la  población, que es la base de cualquier estrategia política, sobre todo con un presidente que carece de carisma y llegada afectiva con las personas. Todo lo que dice o hace parece falso. ¿O no se han dado cuenta sus asesores? Podrá hacer miles de cosas positivas pero mientras no consiga una relación de afectividad, con las emociones de la opinión pública quizás nunca remontará las encuestas ni tendrá el apoyo popular.

Veámoslo de una manera simple: si el presidente fuera el padre, Chile una casa y la gente sus hijos, tendríamos el típico papá con dinero, con una casa perfecta y la más afectiva relación que tiene con sus hijos es a través del dinero. Por cualquier cosa le dice: ¿Cuánto quieres o necesitas?  Y su hijo pensará: Quiero que me escuches, que me entiendas y que me ayudes en los problemas que tengo. ¿Qué sabes de mí y de mis penas, si vives en tus reuniones importantes y ni entiendes lo que me pasa? Algo así es la cosa. No basta con una mirada gerencial del país cuando lo que se quiere es que se toque el corazón y se mire a los ojos a las personas. La ventaja no está en los números, sino en conectar con las emociones de la gente. Y esa conexión de emociones no ha logrado hacerla efectiva el equipo comunicacional. Con mirar desde las alturas del poder  a esa masa heterogénea, anónima y grande que es la que vota, nada se consigue. No basta con campañas publicitarias y anuncios. Se necesita algo más. Los árboles no dejan ver el bosque, parece.

La palabra y la imagen funcionan como dispositivos simbólicos para que la gente se identifique y se reconozca con los símbolos emitidos para penetrar en el imaginario colectivo. Ejercer un poder simbólico sirve para multiplicar y reforzar una dominación efectiva, por la conjugación de relaciones de sentido y poderío trasmitiendo confianza y fidelidad. Esta realidad se da en un contexto en que la gente vive quejándose y manifiesta permanentemente su inconformidad. Crear una identidad presidencial es esencial, ya que es la fuente de sentido y experiencia compartida por la gente creando expectativa y esperanza de que todos puedan colaborar para crear un país diferente que no sea sólo el dinero, sino donde las personas sean primero y las relaciones personales y la calidad de vida manden siempre.

En el imaginario social las instituciones están deslegitimadas al no satisfacer las demandas y, además, de no impactar directamente en la sociedad.  Los individuos no se sienten parte de las instituciones aunque lo sean, hay un sentimiento de exclusión y de cambio de valores que conducen a determinadas acciones por falta de credibilidad por parte de la sociedad hacia el gobierno y sus instituciones.

Las demandas tienen que ver con los nuevos estilos de vida. La satisfacción inmediata  es la que origina cambios. Es más probable que los individuos respondan a mensajes cortos que estén ligados a realidades y sentimientos afectivos que a discursos argumentados sólidamente, ya que de esa manera se hacen seudo entornos y razonamientos que hacen pensar a los sujetos de una manera orientada.

La audiencia mezcla sus propias percepciones directas con las percepciones filtradas por los medios de comunicación en un todo indivisible que procede de sus propios pensamientos y experiencias. Una red de lo social en donde la identidad y la esperanza se vuelve un fin en sí mismo y crea un clima social que dan origen a un nuevo imaginario social que se reproduce y regula parte de la colectiva.

El equipo de comunicación no ha cumplido su trabajo de crear un presidente ante los ojos de la nación y el señor que dirige el país sigue siendo el “señor Piñera”. Que no es lo mismo. Como alguien dijo: las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas.

Creo yo.

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