La mayoría de los ciudadanos chilenos tiene la
tendencia de hablar más que a hacer, de explicar, de justificar los errores y
de creer que las palabras son acciones. Un ejemplo: el intendente de Santiago
ante la lluvia de ayer en la tarde y donde cayeron solamente cerca de 18 mm. de
agua, que colapsó el tráfico de Santiago con “atochamientos” de autos que
duraron horas, cortes de luz y con muchos semáforos descompuestos, explicó en televisión que “
la hora de la lluvia fue inoportuna” y
que se iba a “analizar” la situación. Otra tendencia chilena: analizar,
reunirse, formar comisiones y debatir. Hasta que se cometan nuevos errores, que
se dicen son: “hechos puntuales” o “no corresponden a una situación general”. En
general, las autoridades y políticos ahora son “comentaristas” de las cosas que
ocurren pero no asumen sus equivocaciones. Todo tiene justificación.
Por eso no es de extrañar lo que pasa con el
denominado “fin del mundo” en Chile. Los matinales de televisión y los
noticiarios han dedicado horas y horas a “analizar” el fin del mundo. Yo entiendo
que muchos de los periodistas de televisión tengan un escaso vocabulario y bajo
nivel intelectual, pero eso no les da derecho a alarmar a la población con
supuestos teóricos y pseudoespecialistas opinando como si tuvieran la verdad.
Yo creo que los organismos pertinentes deberían multar a los canales de
televisión por crear pánico y asustar a la población ya la mayoría de las
personas supone que si lo “dice la tele es verdad”. Las personas televidentes
con fobias o inestables son las que pasan de la alerta normal a la compra de
enseres y kits de supervivencia. Y eso está ocurriendo.
En Chile el anuncio
del fin del mundo para hoy, 21 de diciembre, se ha convertido en una
conversación obligada y ha hecho que no muchos compatriotas hayan tomando
previsiones ante el “posible colapso planetario”. La
alta desconfianza que existe, en todo orden de cosas, favorece a creer en
desgracias y discursos no oficiales. Una alta cantidad de
personas comprará insumos extra para prevenir una situación extrema, la venta
de velas subió 10%, de mil kits de supervivencia que se venden habitualmente se
subió a más de 7 mil y el 24% de los trabajadores chilenos admitieron que hoy
día se tomarán vacaciones.
Chile es casi el
único país donde es tema de preocupación y alarma general. Los chilenos le
están prestando tanta atención que incluso son capaces de modificar sus rutinas
por el temor. Nada parecido sucede en otros países como México, Perú,
Argentina, Colombia, Brasil, España y Portugal. Incluso, en la mayoría de los
países con ascendencia maya, como México, Guatemala, Belice, Honduras y El
Salvador, la fecha ha sido tomada como una festividad, y las autoridades han
organizado eventos especiales. Acá no, la tragedia viene.
Los psicólogos
explican este comportamiento.
“La idiosincrasia
chilena es derrotista, haciéndolo más susceptible a creer en desgracias. Está
instalada la idea de que nos llega lo peor, de sentirse subyugado a fuerzas que
no dependen de las personas (desde la naturaleza a la economía), lo que hace
que se sientan desprotegidas y potencien esa sensibilidad”.
De ahí viene el “por
si acaso”, tan clásico del chileno, que no es más que una demostración de
incertidumbre ante el futuro. Esta actitud se ve reforzada con la desconfianza.
Una característica que nos marca como nación. El chileno es desconfiado, pone
en duda todo, por eso es fácil que capte esas teorías y que sea plausible que
aunque la ciencia diga que no, crea que igual puede pasar algo”.
“Cuando las personas
actúan de esta forma es porque se activa su cerebro primitivo, encargado de
instintos básicos de supervivencia, como la búsqueda de comida o reaccionar
ante un peligro. En aquí donde quedan grabadas las experiencias traumáticas y
de ellas se aprende. Aunque racionalmente se puede entender que ese día pueda
ser igual a otros, hay una parte en nuestro cerebro que teme a las catástrofes
y nos coloca en alerta. Sucede en todo tipo de personas, sin distinción de
nivel socioeconómico ni de inteligencia. Sin embargo aquellas más ansiosas e
inestables emocionalmente tienden a involucrarse más con la especulación y a
manifestar angustia anticipatoria. En general, estos temores se dan en personas
con trastornos de tipo obsesivo-fóbico, donde aunque se sabe que el miedo es
absurdo e irreal, no puede evitar sentirlo. Y eso se traduce en maniobras de
precaución, como reservas de agua o tener linternas, pues los tranquiliza”.
“Los chilenos pueden
ser más susceptibles a estos mensajes, porque es un país joven que, a
diferencia de Europa, no ha tenido que armarse como cultura una y otra vez. Chile
está de alguna manera en la etapa de la adolescencia, y como todo adolescente
necesita que le pasen cosas. Se busca cualquier evento que saque de la rutina y
haga movilizar a la sociedad”.
No va a pasar nada y
como siempre habrá un análisis y comentaristas que explicarán “por qué no pasó
nada”.
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