Vivimos en un país, Chile, lejos del mundo, en una sociedad conservadora donde las palabras como ideas nuevas, riesgos, iniciativa o ponerse a tono con la realidad, no tienen cabida en las mentes de la mayoría de los ciudadanos que habitan este largo y angosto país. Y que difícil se hace intentar cambiar esas anquilosadas estructuras mentales para que alguien se de cuenta que el mundo marcha de otra manera y no como acá la gran mayoría piensa.
Estamos encerrados y confundidos en la politiquería barata en nombre de la democracia, en los contenidos y formatos elementales de los medios de comunicación, en un periodismo fácil y pletórico de lugares comunes, en una enseñanza escolar hundida en la mediocridad, en gente para quiénes lo más importante está en lo que compra el dinero.
No alcanza para darse cuenta que esa vida del mínimo esfuerzo, rutinaria y monótona, necesita con urgencia mucha imaginación y riesgo. Pero, todos viven felices con lo que hay. Admirando con emoción lo que pasa en otras partes, ya sea en el ámbito tecnológico, deportivo, musical o del conocimiento. Por acá solo se habla y no se aporta nada.
Afuera de estas fronteras el mundo corre vertiginoso tratando de alcanzar el futuro, donde nadie sabe que ocurrirá mañana. Un futuro que es hoy. Ese mundo que vivimos ahora. De la incertidumbre, de la sobrecomunicación, de la competencia, de la creatividad.
En este país ¿Dónde están las ideas? ¿Dónde está el pensamiento? ¿Dónde están las emociones y las fantasías? ¿Dónde está el mirar más allá y ver que el mundo cambió?
No se han dado cuenta que el único capital y, donde uno es dueño, es el cerebro pensante, que cada día, cada hora, cada minuto debe matar esas normas viejas que inmovilizan y crear otras nuevas para seguir avanzando con perseverancia y tesón.
Crear, crear, crear, Pensar y hacer. Mañana es tarde.
Y ya es tarde cuando la gran mayoría de los chilenos casi no entienden lo que leen, apenas sabe computación o mandar un e-mail, menos saber que existen los blogs, que el inglés es el idioma que deben dominar, que capacitarse no es recibir un diploma, sino entender lo que le enseñaron y aplicarlo. Y lo más dramático es no estar conscientes de su realidad.
En eso estamos en Chile. Creyéndonos lo que no somos y no seremos en mucho tiempo.
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