martes, julio 26, 2005
Un techo para Chile
Frío de sábado por la noche
Loable y valiosa la iniciativa de la organización Un techo para Chile, de movilizar a estudiantes secundarios y universitarios para construir casas a los más pobres que viven en lugares aislados de las regiones de Chile. Lo comento sin dejar de pensar que esa debería ser labor del Gobierno, en vez de gastarse la plata en tantas "tonteras" que no aportan nada.
Pero, esta iniciativa de Un techo para Chile desmerece cuando a uno le toca vivir de cerca la organización. Desde afuera se piensa que la cosa está bien planificada, pero no es tan así.
La información que le llega a los padres es muy breve y poco detallada. Un par de papeles fotocopiados y listo. Uno se pregunta ¿Hay algún seguro? ¿Qué pasa si se enferman los voluntarios? ¿Dónde se ubican a los responsables? Pensemos que a veces a los lugares donde van los celulares no tienen cobertura. Y muchas otras interrogantes que quedan en la duda.
La escueta circular cita para el sábado 16 de Julio,a las 19:00 hrs. en un recinto de difícil acceso (Santuario Padre Hurtado) por la construcción de la Avenida General Velásquez. ¿Por qué no ubicaron otro lugar considerando que la gran mayoría era de barrios muy alejados? Llegar a dejar al voluntario es una odisea.
Ya estando en el lugar de reunión,un patio al aire libre y con mucho frío, más de 300 jóvenes cargados de maletas, mochilas, herramientas, etc. nadie sabe como identificar a los responsables, (¿podrían ponerse un peto?), mas tarde un grupo de jóvenes, cerca de las 20 horas, comienza a pegar carteles con las listas de viajeros (¿por qué no las pegaron antes?) que después las cambiaban de lugar. No hay un parlante o un megáfono para dar informaciones.Como a las 21:30 los reúnen a todos en una capilla para presentar recién a los encargados y muchas frases emotivas, pero de poco contenido.
Los invitan, a todos, a volver al patio para chequear las listas y les hacen salir a la calle a esperar los buses que, por cierto no estaban. Llegan los buses, de a uno, tratando de estacionarse con todos los jóvenes en la calle, retrocediendo y arriesgándolos a ser atropellados. Obviamente, los buses estaban en una calle estrecha. Van y vienen. Nadie sabe donde se va a subir. Hace frío y son la diez de la noche. Muchos padres ya se habían aburrido y se retiraron. Se supone que los buses tenían número para cada grupo. Ninguno tenía ese número en su vidrio delantero y ni los choferes sabían a que correspondía.
Después de mucho preguntar y averiguar los voluntarios van encontrando su lugar para viajar. Ya son las once de la noche y todos los buses siguen estacionados en la calle estrecha. Pasada esa hora comienzan a partir.
Los jóvenes voluntarios van felices a colaborar en una labor que les enaltece y los padres se quedan con la sensación que, ojalá, en el lugar de trabajo las cosas marchen bien.
Los que preparan estos trabajos voluntarios deberían planificar de mejor forma su logística, que no es un problema de dinero sino de organización. Tal como lo hacen las empresas de turismo cuando realizan viajes de estudio. El formato de trabajo es el mismo. Para otra vez será. Ojalá.
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