viernes, septiembre 02, 2005
El mensajero del miedo
Los medios de comunicación muchas veces quizá no consigan decir a la gente qué pensar, pero tienen un éxito extraordinario a la hora de decir a sus lectores sobre qué tienen que pensar.(Bernard Cohen)
Cada vez que las personas ven televisión, leen diarios o revistas, escuchan radio o miran un afiche, alguien está tratando de convencerlos y persuadirlos mediante las palabras y las imágenes para que compren un producto o voten por determinado candidato. Los instrumentos principales para estos intentos persuasivos, y donde los interesados invierten muchísimo dinero, son los medios de comunicación.
Las personas están sometidas diariamente a miles de mensajes a través de la televisión, la radio, los diarios, las revistas, o, sea, un “atracón” de publicidad casi inaguantable. Pero hay más, les llegan los avisos vía mailing, llamadas de marketing telefónico y si andan por la calle se encontrarán con carteleras, afiches, letreros luminosos, anuncios en buses y taxis. En la cocina de la casa está lleno de etiquetas y envases con mensajes publicitarios, además del correo que llega con promociones. Si van un espectáculo los “gentiles auspiciadores” y las promotoras les seguirán por todas partes y, si finalmente alguien quiere refugiarse en el cine, antes de la película verá otra tanda comercial, que incluso puede seguir dentro de la trama del film con productos puestos especialmente en el argumento.
Cada día y cada minuto, mediante la sutil la manipulación de los símbolos y de las emociones humanas, las personas son bombardeadas con un mensaje persuasivo tras otro y apenas tienen tiempo para pensar en una imagen persuasiva, antes que le suceda otra.
La persuasión es el mensajero, una fuerza misteriosa y poderosa, utilizada para llevar a la gente a efectuar actos sin una buena razón aparente, basada en los principios del psicoanálisis, la teoría del aprendizaje y los enfoques cognitivos.
En medio de esta marea publicitaria persuasiva, aparecen los candidatos políticos intentando conseguir “su adhesión y su voto” con campañas que no dicen nada, del tipo: “estoy contigo”, y donde no se ve la promesa y ventaja diferencial del “producto y su marca”, como enseñan los libros de publicidad. Entonces, ¿Cómo destacar una propuesta ante esta opinión pública tan “sobrecomunicada”.
No deben realizar propaganda insensata, como la que se ve a diario, sino una persuasión minuciosa. Ya no basta con el afiche como antes. A la gente hay que darle una motivación para pensar sobre ese mensaje. El entorno saturado de mensajes y el carácter inmediato de la persuasión, que crea un mundo social, hace que sea cada vez más difícil para la gente pensar en profundidad sobre cuestiones y decisiones importantes. Lo que para los políticos es importante para la gente no lo es.
Nuestra sociedad está en un estado de inquietud latente y de neurosis colectiva, aunque su expresión manifiesta se mantengan limitadas y con gran permanencia. En personas de apariencia normal, se observan accesos inquietantes de excitación o depresión, alteraciones de la lógica y principalmente una deficiencia de la voluntad que manifiesta por una moldeabilidad especial antes las sugestiones y la persuasión que emana de agentes especializados de empresas y candidatos.
Los medios de comunicación están creando un mundo imaginario. Las “imágenes de nuestra cabeza”, obtenidas a partir de estos medios, influyen en lo que las personas hacen y dicen en cualquier momento dado.
Como señaló el politólogo Bernard Cohen: “los medios de comunicación muchas veces quizá no consigan decir a la gente qué pensar, pero tienen un éxito extraordinario a la hora de decir a sus lectores sobre qué tienen que pensar".
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